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LIBRO BEATRIZ LEVERATTO Y ALEJANDO LODI

TRES MOMENTOS DE GRANDES CAMBIOS
La astrología revela el mapa de nuestra vida y nos facilita una mayor comprensión de los
desafíos y oportunidades de cada momento. Cada una de nuestras edades sugiere retos y
aprendizajes determinados. Entre los ciclos que percibe la astrología destaca tres edades de
particular alquimia entre obligaciones y creatividad, tres períodos de especial articulación entre
el compromiso responsable y la manifestación creativa.[expander_maker id="1" more="Read more" less="Read less"]
Los 28 años: Primer gran desafío: ser en la sociedad.
Lo desarrollado hasta los 28 años fue lo heredado -emocional y mentalmente- de nuestra
matriz familiar de origen. Será recién a partir de los 28 años cuando asumiremos la
responsabilidad de nuestros propios dones y talentos para decidir de qué manera desplegarlos en
el mundo, creando nuevas formas. Cumplir 28 años significa reconocerse como un “fruto
maduro” y conlleva una prueba de fuego: la madurez, junto con la angustia que nos puede
generar ese salto a una nueva vida. Si intentamos permanecer adheridos a la estructura de
personalidad de los primeros 28 años, entonces no avanzaremos hacia el futuro; en cambio, si
nos animáramos a superarla, esta nueva etapa nos dará la posibilidad de forjar una vida distinta,
más singular, auténtica y genuina. Las personalidades de temperamento obediente demostrarán
su crecimiento aceptando riesgos, dejando de lado los planes previstos para apostar a su propia
intuición. Por su parte, las personalidades donde predominó el carácter rebelde tendrán la
oportunidad de responder con madurez, animándose a sostener procesos constructivos y a
comprometerse con la realización de proyectos. Si la personalidad se mantiene rígida –en un
caso o en otro– los desafíos que pide este momento pueden generarles crisis (o colapsos)
psicológicos. Es tiempo de descubrir cuan flexible es la propia estructura de personalidad para
permitir que florezca un compromiso genuinamente creativo en nuestras vidas.
Los 42 años: crisis de la mitad de la vida y replanteo existencial.
Los 42 años marca un tiempo de replanteos excepcionales sobre el nivel de compromiso
con lo genuino de la propia vida. Este inédito momento ofrece una “compleja claridad” acerca de
uno mismo, que invita a realizar un giro de 180 grados para ser fieles a nuestros deseos más
legítimos y desarrollar aquellas “asignaturas pendientes”.
Es tiempo de liberarnos de prejuicios para desplegar lo que intuimos más auténtico y
creativo. Podemos asustarnos y reaccionar defensivamente adoptando una postura aún más rígida
y exigente, generando, por lo tanto, manifestaciones de imprevistos por destino: situaciones de
exilio, rebeldía o abandono. O también podemos polarizarnos identificándonos de un modo
excesivo con el rebelde - en un burdo intento de recuperar “la juventud perdida”- y propiciando
que el destino presente mucho límite o censura. La crisis de mitad de la vida representa el tiempo
de encuentro con la magnitud de la propia sombra (según palabras de Carl G. Jung), por lo que
será crucial tomarla como una gran oportunidad de “despertar”, de tomar conciencia sobre qué
arquetipo gobernó hasta ahora la propia vida. Y darnos la oportunidad de elegir actividades y
relaciones más genuinas y menos predecibles o rutinarias.
Los 56 años: ser en el misterio.
Con los 56 años se anuncia el inicio de una nueva estructura de personalidad que pide
confiar en la cosecha creativa de nuestra vida y entregarnos a una identidad trascendente.
A los 56 años podremos emprender un camino de retorno a nuestros orígenes. Ese retorno
no significará un desandar sobre los mismos pasos (lo que significaría una regresión) sino una
nueva posibilidad de expansión: después de todo el camino que recorrimos, ahora es el momento
de responder a quiénes somos más allá de los roles familiares y sociales asumidos en el pasado.
En un futuro, más o menos cercano, deberemos renunciar a nuestras actividades profesionales o
dejar de lado el rol de sostenedores de la familia, lo cual podrá generarnos la sensación de
inutilidad o desasosiego. No obstante, si a los 56 años prevalece la aceptación de lo realizado y
nos mostramos dispuestos hacia la nueva vida que se inicia, entonces comenzaremos a transitar
la paradoja de, sintiéndonos sólidos y firmes en la personalidad desarrollada desde los 28 años,
sentir que ya no podemos (ni queremos) seguir reproduciéndola hacia el futuro.
A los 28 años respondimos al tiempo de construcción de un espacio social propio y
visible en el mundo, priorizando la productividad y la generación de un hogar. A los 56 años, en
cambio, nos mostraremos listos para liberarnos de este mandato (o bien sentiremos que nos
obligan a hacerlo). Será tiempo para confiar en abrirnos a una nueva cualidad en la experiencia
de nuestra vida. A los 28 años comenzamos a desarrollarnos en la sociedad, y ahora, superados
los 56 años, será el momento de sentirnos preparados para devolver a la comunidad los frutos de
nuestra experiencia. Será probable, entonces, que afloren la confianza y la libertad para
expresarnos sin la necesidad de ser aprobados por los demás. Ha llegado el momento de
trascender a la persona en la que nos hemos convertido y entregarnos al descubrimiento de una
nueva dimensión de nosotros mismos. Esta etapa es una oferta de libertad, pues sucede un hecho
trascedente: nuestros hijos parten del hogar y los padres ya no estarán con nosotros o cederán su
protagonismo en nuestra vida. Nos sobrará el tiempo para dedicarnos a nosotros mismos.
Tendremos a nuestra disposición una cantidad de energía que antes ocupábamos en cumplir con
(o rebelarnos a) mandatos o deberes. Será un período de misteriosos descubrimientos, a partir de
sentirnos liberados de roles y obligaciones. La oportunidad de ir más allá de las expectativas
sociales estimula el permiso para ser fieles a aquella misteriosa voz que siempre nos susurró
desde el centro profundo del alma.
Extracto de Beatriz Leveratto – Alejandro Lodi “Cada Siete Años”, Editorial Aguilar
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Bea Leveratto en“Mi bebe” Utilísima, astrología para chicos.

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